martes, 27 de abril de 2010

La complejidad de una bola de chocolate...



Vale, título provisional, ¿eh? ¬¬U
Otra de estas historias compartidas, algo más reciente que la anterior...
Esta vez de Guadix & Lúcida, las dos componentes de este blog ;D
Se aceptan críticas de todas las formas y colores, siempre que tengan como objetivo mejorar o ayudar a las escritoras :)
Sin más que añadir, aquí:
...

La única forma que tenía de mirar el Sol sin que sus desgastados ojos sufrieran era él. Lo único que le quedaba, el mar, el amplio y basto mar. Se pasaba horas, días enteros mirando el reflejo de aquella bola luminosa en las revueltas aguas de su bahía, observando como el brillante destello era agitado por las olas, moviéndolo de aquí para allá sin que, realmente, cambiara su posición…

…Bailando con el Sol. Y él era el único que podía apreciar ese singular vals, Cuando la mar se vestía con su más elegante traje, y el Astro Rey, no queriéndose quedar atrás, se embutía en anaranjadas telas. Cuán era su disfrute en ese momento del día, cuando sus claros ojos se teñían del color que anunciaba un nuevo amanecer.
Y, en el momento en el que ese singular espectáculo finalizaba, siempre le sorprendía una lágrima corriendo hacia el abismo. Entonces recordaba.

...Recordaba a María Antonia, su madre. Sus recuerdos le llevaron hasta el día de su último cumpleaños, ayer. Su madre, con su inseparable traje púrpura, con estampados florales, su melena grisácea, debido a las canas y su sonrisa carente de dientes. Le miraba a través de sus sucias y rayadas gafas. En sus manos, llevaba una milimétrica caja de cartón, de la que salía un hedor semejante al de un cadáver putrefacto. Sam, nuestro bucanero, tragó saliva antes de cogerlo. Levantó con cuidado la minúscula tapadera. Ante sus ojos, apareció un dedo mutilado. Llevaría así al menos una década. Lo sostuvo en sus manos y lo agitó con fuerza, esperando, que de su interior saliera una figurita de Asterix y Obelix, como en sus preciados Huevos Kinder. No fue así. Su madre, a la que le brotaban dos lagrimones de sus pequeños ojillos, se tocaba el corazón con una mano. Su semblante se volvió pálido, las piernas le temblaban. Sam la sujetó, pero no sirvió de nada, minutos más tarde, ella yacía sobre los brazos de su hijo, con los ojos en blanco, la mano en el pecho y una sonrisa desdentada.

Mientras pensaba en esto, las lágrimas se habían adueñado de su rostro. Su mirada triste, mostraba como se sentía. Su madre, su consejera en las batallas, la que siempre le había ayudado a la hora de matar, su fuente de Huevos Kinder, había muerto. Su rostro se volvió furioso, no pudo contenerse.

Sam, degolló a tres de sus hombres, atravesó con el filo de su sable a dos y se comió de un bocado el regalo de María Antonia. Más tarde, cogió a su madre, ahora tirada en el suelo, con pequeñas moscas revoloteando a su alrededor, sin vestido, con uno de sus hombres sobre ella gritando blasfemias y frases que Sam habría preferido no oír. Empujó al grumete por la borda sin pensárselo dos veces, pero se equivocó. No era un hombre lo que había tirado al mar, sino a su propia madre, lamentaba no haberle hecho caso con respecto a lo de comprarse gafas. Con el sable cubierto de sangre y de chocolate de huevo Kinder, cortó a aquel grumete por la mitad, dejando una enorme mancha de sangre por el suelo del " Piltrafilla", su barco. Pasó la noche en vela, haciendo crujir su colchón barato. Más de un tripulante se quejó. Había olvidado ponerse su ajustado gorro de noche, y ahora, los incansables piojos le recorrían la frente. Tras golpearse contra la pared unas cien veces, se tumbó de nuevo. Pequeñas manchitas rojas y negras decoraban su cabeza....

...Llovía. Sam, merodeaba por su diminuto camarote, en busca de la tranquilidad. El jaleo del exterior, no le dejaba concentrarse. Masticar el dulce y sabroso chocolate con leche que envolvía su huevo Kinder era un trabajo muy laborioso. Tras acabarlo, agotado, con el cinturón de cuero en el último agujero, la camisa desabrochada dejando ver su enorme mata de pelo negra, y los labios cubiertos de chocolate. Se dispuso a leer una de sus tantas revistas educativas. Se acercó a su estantería, y sopesó entre: POSES DEL KAMASUTRA y PLAYBOY EDICIÓN ESPECIAL 50 ANIVERSARIO. Finalmente, se decantó por la primera.

Sus ojos, atentos a lo que leían. No se percataron de la presencia de Thomas, uno de los nuevos grumetes. El pequeño Thomas, de apenas diez años, le miraba con curiosidad, pero al mismo tiempo, temía que le echara una reprimenda por no están trabajando. Thomas carraspeó.

Sam, que se había llevado un buen susto, escondió, bajo el sillón, su preciada revista. El chico, miraba sin perder detalle, hasta que Sam lo llamó:
-¡Eh! ¡Tú!-gritó-¿Para qué me molestas? -preguntó enfadado
-Em...yo, es que....-logró decir Thomas
-¡SUÉLTALO YA GILI...GRUMETE! -Trató de contenerse
- Venía a decirle, que se han acabado los hue...- susurró antes de que le interrumpiera
-¡QUE LO SUELTES TE DIGO! ¡HOSTIAS! - se enfadó aún más
-Los huevos Kinder se han agotado señor -pronunció de carrerilla
- ¿C-CÓMO? - preguntó segundos antes de que Thomas desapareciera
Se recostó en su sillón, y volvió a retomar su lectura. No pudo reprimir una lágrima...

¡YA NO QUEDABAN HUEVOS KINDER!

Thomas cerró la puerta de su camarote de con un fuerte golpe. Su rubio flequillo se le pegaba a la frente por el sudor. Aun no sabía cómo se había atrevido a hacerlo, pero lo había conseguido. Lentamente se acercó a su mugrienta e incómoda cama, procurando no hacer ruido, y sacó de debajo de ella un pequeño cofrecito con incrustaciones de oro puro. Su respiración estaba acelerada, pudiendo oír perfectamente los latidos de un corazón que luchaba por salirse del pecho. No había marcha atrás, el objeto del deseo se encontraba a salvo en el interior de la cajita, pero él tenía la imperiosa necesidad de abrirla.

Y lo hizo.

Lentamente, casi enfermizamente, levantó la tapita, y se tranquilizó al asegurarse de que seguía tal y como lo dejó. El medio Huevo Kinder, que aún conservaba algo del que un día fue su envoltorio, se hallaba deformado posiblemente por culpa de las altas temperaturas.

El pequeño se dedicó a observarlo largo rato, sin ni siquiera parpadear, totalmente asombrado por la grandeza del (antes) ovalado objeto. Había arriesgado mucho ocultándole su existencia al capitán, pero en esos momentos era consciente de que había merecido la pena. Una entusiasta sonrisa se tatuó en su pecoso rostro, totalmente ajeno al peligro que corría su simple existencia esos momentos.
Al otro lado de la puerta, observando con desorbitados ojos y un pequeño rastro de babilla deslizándose por la comisura, estaba el capitán. Sí, lo había visto todo por uno de los NUMEROSOS agujeros que adornaban las paredes del camarote. Cuando, por pura casualidad, una simpática cucaracha que volvía a su hogar después de una dura jornada de trabajo huyó despavorida al ver su horroroso rostro, produciendo un aterrador chillido (?) que le hizo a Thomas girar la cabeza lentamente.

Y allí estaba.
...

We love Huevos Kinders (xDDD)
...quería decir, continuará...

2 comentarios:

  1. Q bien escribís chicas! Mmmm... chocolate :)

    Besos! Estoy impaciente x la continuación. Mientras q espero, me comeré un huevo kinder :P ¡No! Q si no, la operación bikini se va al traste.

    bSS! María

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